Las ondas gravitacionales son una nueva técnica para estudiar el cosmos. En esencia, se trata de medir las perturbaciones que los objetos con mucha masa crean en el mismísimo tejido del espacio-tiempo. Esas perturbaciones son como ondas en un estanque cuando tiramos una piedra, solo que la piedra es un objeto mucho más masivo. Hasta ahora, las ondas gravitacionales que habíamos descubierto corresponden a las “ondas en el estanque” producidas por la brutal colisión entre dos agujeros negros.
La primera detección confirmada de estas ondas se realizó desde el observatorio Advanced LIGO, pero desde aquel 2 de noviembre de 2016, se han añadido otros observatorios, fundamentalmente laboratorio Advanced Virgo de Italia. Los dispositivos de que disponemos para detectar ondas gravitacionales son cada vez más precisos. Esa precisión ha permitido a los astrónomos detectar un tipo de ondas gravitacionales completamente inédito: las producidas por el choque de dos estrellas de neutrones.
El descubrimiento tuvo lugar en agosto, pero no se ha comunicado hasta ahora porque han hecho falta meses de comprobaciones para descartar que se tratara de un falso positivo o de otro fenómeno. Desde entonces se venía rumoreando y hoy por fin lo han confirmado oficialmente. Las estrellas de neutrones (un tipo de remanente estelar increíblemente denso que resulta del colapso gravitacional de una estrella supergigante masiva).
El fenómeno, bautizado como GW170817, ha tenido lugar a 130 millones de años luz, pero ha vuelto locos los instrumentos de una larga lista de observatorios a lo largo y ancho del globo. El primero fue el telescopio espacial Fermi Gamma-ray, que registró un brote corto de rayos gamma producido por el choque de las estrellas de neutrones. Apenas dos segundos antes, uno de los interferómetros láser (Laser Interferometer Gravitational Wave Observatories) del laboratorio LIGO en Washington detectaba las primeras ondas gravitacionales. Desde ese momento las observaciones se sucedieron en cascada.La detección resuelve una primera incógnita, y es el hueco existente en la escala que mide la masa de agujeros negros detectados. Se supone que las estrellas de neutrones deberían haber formado un agujero negro al chocar, pero no ha ido así, al menos no inmediatamente. El estudio del fenómenos desde el punto de vista gravitacional permitirá resolver esta cuestión y otras como explicar el ciclo de los metales pesados en el cosmos.
Poder registrar un choque de estrellas de estas características con toda la información del espectro electromagnético y además sus datos gravitacionales es como pasar del cine mudo al sonoro. Lo único claro que tienen los astrónomos es que tienen por delante una cantidad aterradora de nuevos cálculos y de nuevos datos que estudiar. Esta no será la última vez que oigamos hablar de ondas gravitacionales producidas por estrellas de neutrones, ni será la última en la que sirvan para revelar misterios del universo.
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