Aunque no le interesó seguir una educación formal, Soichiro estaba sediento de conocimiento. Cuando niño vio un extraño aparato circulando en su pueblo, que se movía por cuenta propia y expelía un olor a combustible que nunca olvidaría. Este encuentro cercano con un Ford T, le impulsaría a dejar las salas de clases para trabajar en un taller mecánico. Siendo ayudante, se dedicó a aprender y perfeccionarse en su gran pasión por los motores. Esos años de siembra, le trajeron recompensa: se convirtió en un mecánico legendario y es muy probable que en algún momento de tu vida te hayas topado con un invento originado en su empresa, que hoy fabrica desde motocicletas hasta robots.
El fundador de Honda partió desde abajo: pasó de ser ayudante de un taller, a abrir una nueva sucursal y a trabajar durante las noches para montar una fábrica de anillos de pistones. Su primer pedido fue para Toyota, y no logró cumplir con los estándares de calidad exigidos. A punta de persistencia, logró mejorar los procesos y finalmente convertir a su empresa en proveedora de Toyota y otras importantes fábricas.
Nuevos problemas, nuevas oportunidades
Pero era la Segunda Guerra Mundial, las bombas de los aliados caían de los cielos, y uno de esos “regalos voladores” fue a dar a la creciente fábrica de Soichiro, destruyéndola. Por lo que vendió lo que quedó de su fábrica a Toyota y convirtió ese revés en una oportunidad para iniciar otra aventura. Utilizó el dinero que obtuvo de su venta para formar Honda Technical Research Institute, que posteriormente pasaría a llamarse Honda Motor Company,
¿te suena conocida?
Inicialmente Honda fabricaba pequeños motores que permitían impulsar una bicicleta. La guerra había dejado al país con muchos medios de transporte destruidos y en una situación de crisis. En medio de la precariedad, se escondía una oportunidad para Honda, pues la delicada situación de su país permitió que las bicicletas motorizadas sean una excelente alternativa por su simplicidad y economía. Curiosamente, la historia de Honda tiene cierto paralelo con la de Lamborghini. En ambos casos su fundador era un fanático de la mecánica que encontraba en las ruinas de la guerra una oportunidad para salir adelante.
Soichiro delegó la administración de su empresa a Takeo Fujisawa. Quien también tiene una notable biografía, pues creció en la pobreza después de que su familia perdiera su negocio por el terremoto que azotó a Japón en 1923. Mientras Soichiro se dedicó a seguir trabajando en nuevos y mejores inventos, Takeo cerraba convenientes acuerdos comerciales y logró lo que muchas empresas solo podían soñar: que sus concesionarios paguen las motocicletas por adelantado, lo que dio a Honda la liquidez que se requiere para crecer con rapidez. La dupla logró suculentos resultados, porque ambos eran hábiles en sus respectivos roles. Como ya hemos visto en otros casos, las grandes marcas se crean uniendo grandes mentes y conformando equipos prolíficos.
Inicialmente Honda fabricaba pequeños motores que permitían impulsar una bicicleta. La guerra había dejado al país con muchos medios de transporte destruidos y en una situación de crisis. En medio de la precariedad, se escondía una oportunidad para Honda, pues la delicada situación de su país permitió que las bicicletas motorizadas sean una excelente alternativa por su simplicidad y economía. Curiosamente, la historia de Honda tiene cierto paralelo con la de Lamborghini. En ambos casos su fundador era un fanático de la mecánica que encontraba en las ruinas de la guerra una oportunidad para salir adelante.
Soichiro delegó la administración de su empresa a Takeo Fujisawa. Quien también tiene una notable biografía, pues creció en la pobreza después de que su familia perdiera su negocio por el terremoto que azotó a Japón en 1923. Mientras Soichiro se dedicó a seguir trabajando en nuevos y mejores inventos, Takeo cerraba convenientes acuerdos comerciales y logró lo que muchas empresas solo podían soñar: que sus concesionarios paguen las motocicletas por adelantado, lo que dio a Honda la liquidez que se requiere para crecer con rapidez. La dupla logró suculentos resultados, porque ambos eran hábiles en sus respectivos roles. Como ya hemos visto en otros casos, las grandes marcas se crean uniendo grandes mentes y conformando equipos prolíficos.
Conquistando el mundo y recibiendo críticas
A finales de los ‘40 Honda era un productor de motocicletas que no se conformaría con quedarse en Japón, pues quería vender sus productos al mundo, por lo que a finales de los ‘50 llegó a EE.UU. para deleitar a los consumidores. Además de ser uno de los líderes mundiales en la fabricación de motocicletas, decidió aplicar su experiencia para ingresar al mercado de los vehículos, que comenzaban a convertirse en el medio de transporte preferido de la gente. La disciplina de Honda y el ingenio de su fundador, permitieron que su empresa fabrique un motor denominado CVCC (Compound Vortex Controlled Combustion) que podría pasar la exigente normativa de emisiones norteamericana en los años ‘70.
Mientras empresas como Ford o Chrysler firmaban acuerdos con Honda para utilizar la tecnología CVCC para reducir emisiones en sus vehículos, el gerente de General Motors (GM) la observaba despectivamente, haciendo según el relato de uno de los representantes de ventas de Honda, la siguiente afirmación: “Bueno, vi este diseño, y aunque podría funcionar en un pequeño motor de juguete para motocicleta… no veo potencial para él en uno de nuestros motores de auto”. Esta afirmación, no pasó desapercibida por Soichiro, ya que era un ataque directo a su empresa tratar a sus motores de “juguetes”. Sin embargo su humildad y sabiduría, le impulsaron a responder a las duras afirmaciones de su competidor sin decir una sola palabra…
Compró un Chevy Impala de GM y lo envió por aire a Japón. Solicitó a los ingenieros que adapten el vehículo para que utilice el sistema Honda CVCC en el motor. Posteriormente, envió el vehículo modificado a EE.UU. para que la EPA (Environmental Protection Agency) realice las pruebas correspondientes. El vehículo además de pasar las pruebas, obtuvo una sutil reducción en su consumo de combustible. Los hechos hablaron por sí mismos y el gerente de General Motors tuvo que tragarse sus palabras: los ingenieros de Honda podían resolver el problema de emisión de los vehículos de GM de mejor forma que sus propios ingenieros.
La innovadora tecnología que reducía las emisiones y no requería de un convertidor catalítico, permitiría a Honda tranquilamente conquistar el mercado norteamericano, donde el Honda Accord se convirtiría en uno de los vehículos más vendidos.
Soichiro Honda cedió la presidencia de su compañía en 1973, dejándonos una gran lección de vida: el esfuerzo es fundamental para cumplir los sueños, no importa qué obstáculos se presenten. Ese niño que se maravillaba ante las primeras apariciones de vehículos y aviones, más tarde pudo fabricarlos con su propia empresa, cuyo slogan sería: “El poder de los sueños”.
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